Publicado el 31/08/2020 |
Nuestras miradas se enredaron en el espejo de una cafetería en la que nos citó el azar. Yo acababa de llegar y ella estaba a punto de irse. Nos examinamos furtivamente, con tímida desvergüenza, durante unos instantes que fueron eternos y, antes de que ella saliese por la puerta, yo ya deseaba volverla a ver.
Desde entonces, a la misma hora, cuando llego la encuentro sentada en el lugar de siempre, impaciente por que yo ocupe el mío y comencemos a comernos con los ojos. No hay palabras, tan solo el deseo que se desliza sinuoso y lento como un caracol por la luna de azogue. Hasta que el hombre que la acompaña pide la cuenta, la ayuda a ponerse el abrigo y se marchan, ella con la cabeza gacha, como si contase uno a uno cada paso que nos separa. Yo los observo alejarse, hacerse pequeños agarrados de la mano. Solo cuando los pierdo de vista termino de un trago el café y le digo a mi marido que nos vayamos.
Margarita del Brezo (Ceuta)
Margarita del Brezo es mi nombre sin apellidos.
Soy de Valladolid, de la añada del 66, aunque mi domicilio postal actual está en Ceuta. Psicóloga de profesión y por devoción. A ratos, cuentista. Siempre aprendiz. Tengo los pies fríos, la imaginación escurridiza y un humor ambidiestro e inestable. A todas horas coqueta, en mis ratos libres me pinto las uñas con mermelada de fresa. Me gusta leer las líneas de la mano, estar en las nubes y hacer solitarios con las cartas que no escribí.
Hace poco publiqué un libro invisible, pero nadie lo lee. He pensado en cambiar de táctica, de tinta, de editorial o de sentido común, todavía no lo sé. Quizá algún día, si es que encuentro un párrafo adecuado en mi vida.
Mientras tanto intento «escribirsobrelapuntadelai.es»
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